Mírala. Sin miedo. Ella está al borde de un precipicio, y el miedo
desaparece cuando alguien le sonríe. Si le sonríes, le estás dando
segundos, minutos de vida. Ella se alimenta de sonrisas, y aún así,
pasa hambre todos los días. ¿Quieres regalarle horas? Ven,
acércate, mírale a los ojos. Son un poco tristes, pero no te
asustes. Vive dentro de una canción que le marcó la vida, o vuelve
a pasar su cinta de recuerdos en su mente. Por dentro, ella sigue
luchando. La guerra no se ha terminado. A veces, le duele el lado
izquierdo del pecho y no sabe cómo seguir. ¿Y si le das días? Ven,
siéntate a su lado. Pregúntale cómo está. Te dirá que está
bien, pero es una puta mentira. Bien, háblale más,deja que te cante
o te toque la guitarra, si quieres. Hazla rabiar o cuentale un chiste
(aunque sea una gilipollez). Ella se va a reír. Siempre lo hace.
Aunque se le esté cayendo el puto mundo encima. Es su manera de
limpiarse el polvo por dentro, de sanar cicatrices que no se han
cerrado del todo. Poco a poco notarás que sus ojos respiran mejor.
Si la tocas o la abrazas justo ahora notarás su calor, su
temperatura dentro de ti. Ya no tiene miedo. Ahora viene la parte más
difícil. ¿Quieres regalarle una vida entera?
Simplemente
dile: Te quiero.